La hipocresía es el arte de amordazar la dignidad, ella hace enmudecer los escrúpulos en los hombres incapaces de resistir la tentación del mal. Es falta de virtud para renunciar a éste y de coraje para asumir su responsabilidad .Es el guano que fecundiza los temperamentos vulgares permitiéndoles prosperar en la mentira: como esos árboles cuyo ramaje es más frondoso cuando crecen a inmediaciones de las ciénagas.
Hiela, donde ella pasa, todo noble germen de ideal: zarzagán del entusiasmo.
Los hombres rebajados por la hipocresía viven sin sueño ocultando sus intenciones, enmascarando sus sentimientos, dando saltos con el eslizón; tienen la certidumbre íntima, aunque inconfesa, de que sus actos son indignos, vergonzosos, nocivos, arrufianados, irredimibles. Por eso es insolvente su moral: implica siempre una simulación.
Ninguna fe impulsa a los hipócritas; no sospechan el valor de las creencias rectilíneas .Esquivan la responsabilidad de sus acciones, son audaces en la traición y tímidos en la lealtad. Conspiran y agraden en la sombra, escamotean vocablos ambiguos, alaban con reticencias ponzoñosas y difaman con afelpada suavidad. Nunca lucen un galardón inconfundible cierran todas las rendijas de sus espíritu por donde podría asomar desnuda su personalidad, sin el ropaje social de la mentira.
Es un anhelo simular las aptitudes y cualidades que consideran ventajosas para acrecentar la sombra que proyectan en su escenario.
Así como los ingenios exiguos mimetizan el talento intelectual, embalumándose de refinados artilugios y defensas, los sujetos de moralidad indecisa parodian el talento moral, oropelando de virtud su honestidad insípida. Ignoran el veredicto del propio tribunal interior; persiguen el salvoconducto otorgado por los cómplices de sus prejuicios convencionales.
El hipócrita suele aventajarse de su virtud fingida ,mucho más que el verdadero virtuoso, pululan hombres respetados en fuerza de no descubrírseles bajo el disfraz .Bastaría penetrar en la intimidad de sus sentimientos, un solo minuto para advertir su doblez y trocar en desprecio la estimación, el psicólogo reconoce al hipócrita rasgos hay que distinguen al virtuoso del simulador, pues mientras éste es un cómplice de los prejuicios que fermentan en su medio aquel posee algún talento que le permite sobreponerse a ellos.
Hiela, donde ella pasa, todo noble germen de ideal: zarzagán del entusiasmo.
Los hombres rebajados por la hipocresía viven sin sueño ocultando sus intenciones, enmascarando sus sentimientos, dando saltos con el eslizón; tienen la certidumbre íntima, aunque inconfesa, de que sus actos son indignos, vergonzosos, nocivos, arrufianados, irredimibles. Por eso es insolvente su moral: implica siempre una simulación.
Ninguna fe impulsa a los hipócritas; no sospechan el valor de las creencias rectilíneas .Esquivan la responsabilidad de sus acciones, son audaces en la traición y tímidos en la lealtad. Conspiran y agraden en la sombra, escamotean vocablos ambiguos, alaban con reticencias ponzoñosas y difaman con afelpada suavidad. Nunca lucen un galardón inconfundible cierran todas las rendijas de sus espíritu por donde podría asomar desnuda su personalidad, sin el ropaje social de la mentira.
Es un anhelo simular las aptitudes y cualidades que consideran ventajosas para acrecentar la sombra que proyectan en su escenario.
Así como los ingenios exiguos mimetizan el talento intelectual, embalumándose de refinados artilugios y defensas, los sujetos de moralidad indecisa parodian el talento moral, oropelando de virtud su honestidad insípida. Ignoran el veredicto del propio tribunal interior; persiguen el salvoconducto otorgado por los cómplices de sus prejuicios convencionales.
El hipócrita suele aventajarse de su virtud fingida ,mucho más que el verdadero virtuoso, pululan hombres respetados en fuerza de no descubrírseles bajo el disfraz .Bastaría penetrar en la intimidad de sus sentimientos, un solo minuto para advertir su doblez y trocar en desprecio la estimación, el psicólogo reconoce al hipócrita rasgos hay que distinguen al virtuoso del simulador, pues mientras éste es un cómplice de los prejuicios que fermentan en su medio aquel posee algún talento que le permite sobreponerse a ellos.
fragmento - autor:incógnito
